Oh Jesús, mi amado Salvador, presente en el tabernáculo para ser la fuerza, la alegría y el sustento de nuestras almas, vengo a consagrarme a tu sangre preciosa y a jurarte un amor y una fidelidad inviolables. Penetrado de dolor al recuerdo de tus sufrimientos al ver tu cruz y al pensar en tu sangre que tantas almas ingratas insultando y despreciando deseo consagrarte todo mi ser para alegrar tu corazón y hacerte olvidar mis propias ofensas. y los de mis hermanos.
Ya no quiero vivir, oh Jesús, sino por tu Sangre y por tu Sangre que tomo para siempre por mi tesoro y el objeto más querido de mi amor.
Oh Misericordioso Redentor, digname considerarme un perpetuo adorador de tu Preciosísima Sangre y aceptar mis oraciones, mis obras y mis sacrificios como tantos actos de reparación de amor. Vino celestial que germina pureza y fuerza, inunda mi alma y haz un cáliz viviente del que se escapa continuamente la gracia y sobre los que te aman y especialmente sobre los pobres pecadores que te ofenden.
Enséñame cómo honrarte a ti mismo y cómo atraer hacia ti corazones fríos y endurecidos para que sientan cuánto tus consuelos superan a los de la tierra. Oh sangre de mi Salvador crucificado, apártame del mundo y del espíritu del mundo hazme amar el sufrimiento y el sacrificio siguiendo los pasos de santa Catalina de Siena que tanto te amó y a quien elijo hoy como patrona especial.
Sé oh sangre preciosísima mi fuerza en las pruebas y batallas del destierro y concédeme que en la hora de la muerte te bendiga por haber sido el consuelo y santificación de mi vida antes de ser en el cielo el objeto eterno de mi alabanza y mi amor.
Que así sea.
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