Modificado : lun. 17 mar. 2025 - 07:03 (UTC +1)
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Jesús
1. PADRE ETERNO, te ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu amado Hijo y mi divino Redentor, por la propagación y exaltación de la santa Iglesia, mi tierna Madre; por la conservación y prosperidad de su cabeza visible, el Soberano Pontífice; por los Cardenales, los Obispos, los Pastores de almas y por todos los ministros del santuario.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y es ahora, y será por los siglos de los siglos. Que así sea.
Que Jesús sea siempre bendecido y agradecido por habernos salvado a costa de toda su Sangre.
2. PADRE ETERNO, te ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu amado Hijo y mi divino Redentor, para obtener la paz y la concordia entre los reyes y príncipes católicos, para el abatimiento de los enemigos de la santa fe y la felicidad del pueblo cristiano.
Gloria al Padre, etc.
Que Jesús sea siempre bendecido y agradecido por habernos salvado a costa de toda su Sangre.
3. PADRE ETERNO, te ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu amado Hijo y mi divino Redentor, para que te dignes iluminar a los infieles, extirpar todas las herejías y convertir a los pecadores.
Gloria al Padre, etc.
Que Jesús sea siempre bendecido y agradecido por habernos salvado a costa de toda su Sangre.
4. PADRE ETERNO, te ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu amado Hijo y mi divino Redentor, por todos mis parientes, amigos y enemigos; por los necesitados, los enfermos, los afligidos y por todos aquellos por los que quieres que rece y por los que estoy obligado a rezar.
Gloria al Padre, etc.
Que Jesús sea siempre bendecido y agradecido por habernos salvado a costa de toda su Sangre.
5. PADRE ETERNO, te ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu amado Hijo y mi divino Redentor, por todos los que en este día pasen a la otra vida, para que los preserves de las penas del infierno, y los pongas cuanto antes en posesión de tu gloria.
Gloria al Padre, etc.
Que Jesús sea siempre bendecido y agradecido por habernos salvado a costa de toda su Sangre.
6. PADRE ETERNO, te ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu amado Hijo y mi divino Redentor, por todos los que se aficionan a tan gran tesoro; por todos los que se unen a mí para adorarla y honrarla, y por todos los que trabajan para fomentar esta devoción.
Gloria al Padre, etc.
Que Jesús sea siempre bendecido y agradecido por habernos salvado a costa de toda su Sangre.
7. PADRE ETERNO, te ofrezco los méritos de la Preciosísima Sangre de Jesús, tu amado Hijo y mi divino Redentor, por todas mis necesidades espirituales y temporales; por el alivio de las santas almas del Purgatorio, y especialmente de las que han tenido más devoción a esta adorable Sangre, precio de nuestra redención, así como a los dolores y penas de la Santísima Virgen María, nuestra tierna Madre.
Gloria al Padre, etc.
Que Jesús sea siempre bendecido y agradecido por habernos salvado a costa de toda su Sangre.
Viva la Sangre de Jesús, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Que así sea.
Indulgencia por tres años; plenaria una vez al mes, si se reza diariamente.
(S. P. A., 12 de mayo de 1931).
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Jesucristo es una figura central del cristianismo. Se le considera la encarnación de Dios.
La existencia histórica de Jesús está atestiguada por investigaciones arqueológicas y por los relatos de historiadores romanos (Flavio Josefo, Tácito, Suetonio).
Hacia los treinta años, Jesús abandona Nazaret y comienza una vida pública itinerante. Llama a sus discípulos y camina con ellos por Judea y Galilea. Enseña, cura enfermos, expulsa demonios, camina sobre las aguas, perdona pecados, resucita muertos. Atiende a los niños. Comparte comidas, una fiesta de bodas, peregrinaciones a Jerusalén. Vive como un creyente judío, va a la sinagoga, observa el sábado. Llora, se enfada, experimenta tristeza, fatiga y sed, compasión e incluso angustia. Jesús es conocido por su autoridad natural.
Con todos los milagros que realizó, Jesús es a quien deben dirigirse las oraciones, sean cuales sean las dificultades a las que uno se enfrente.
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