Modificado : sáb. 13 nov. 2021 - 08:56 (UTC +1)
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Jesús
Dios mío, me uno a todas las misas que se están celebrando en este momento. Digo amén por lo que nuestro amable Salvador hace para glorificar a su divino Padre y salvar al mundo. Auno, Dios mío, la obra que me ocupa, el cansancio que experimento, con la gran víctima del Calvario y del altar, para procurar la gloria de Dios, para las necesidades de la Santa Iglesia, la salvación de los pecadores y liberación de las almas del purgatorio. Señor Jesús, te amo y te adoro en todos los lugares del mundo donde eres menos honrado y más abandonado en tus santos tabernáculos.
Oh Jesús, te consagro mi corazón y te doy, por el ardor de mis deseos, todos los de los pobres pecadores. Sí, Dios mío, quiero amarte mucho para vengarme de mí y de todos los que no te aman. Soy la víctima de mi Dios, debo y quiero sacrificarlo todo por mí mismo. Misericordia, Jesús mío, por las almas que se encuentran en la próxima ocasión del pecado mortal: concédeles, te lo ruego, una gracia fuerte y eficaz que les impida caer en esta terrible desgracia.
Señor, soy un criminal que merece prisión, enciérrame en tu Sagrado Corazón, y te pido toda gracia para no tener nunca mi gracia. ¡Gracia, gracia y misericordia para todos los que no te conocen, Dios mío, y no te aman! Hacer efectiva la palabra de los celosos misioneros que, arriesgando su vida, evangelizarán a los pueblos idólatras, y la de aquellos que, en otras partes de la tierra, ejercen el mismo ministerio por la conversión de los pecadores. Oh Salvador Jesús, bendice sus obras; que tu gracia todopoderosa obre a través de ellos frutos de salvación en todas las almas por las que has derramado tu preciosa Sangre.
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Jesucristo es una figura central del cristianismo. Se le considera la encarnación de Dios.
La existencia histórica de Jesús está atestiguada por investigaciones arqueológicas y por los relatos de historiadores romanos (Flavio Josefo, Tácito, Suetonio).
Hacia los treinta años, Jesús abandona Nazaret y comienza una vida pública itinerante. Llama a sus discípulos y camina con ellos por Judea y Galilea. Enseña, cura enfermos, expulsa demonios, camina sobre las aguas, perdona pecados, resucita muertos. Atiende a los niños. Comparte comidas, una fiesta de bodas, peregrinaciones a Jerusalén. Vive como un creyente judío, va a la sinagoga, observa el sábado. Llora, se enfada, experimenta tristeza, fatiga y sed, compasión e incluso angustia. Jesús es conocido por su autoridad natural.
Con todos los milagros que realizó, Jesús es a quien deben dirigirse las oraciones, sean cuales sean las dificultades a las que uno se enfrente.
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