A todos los "poderosos" les da el espíritu de humildad. A todos los "solitarios" les da el espíritu de comunidad. A todos los "tacaños" les da el espíritu de generosidad. A todos los "atascados" les da el espíritu de apertura. A todos los "viejos" les da el espíritu de la juventud. A todos los
"joven" da el espíritu de la sabiduría. A todos los "retorcidos" les da el espíritu de la rectitud. A todos los "excluidos" les da el espíritu de integración. A todos los "perdidos" les da el espíritu de orientación. A todos los "apurados" les da el espíritu de la paciencia. A todos los "inquietos" les da el espíritu de la quietud. Para todos los "fanáticos" es el espíritu de la tolerancia. A todos los "no amados" les da el espíritu del amor. A mí, que a veces estoy atascado, retorcido, apurado, perdido, viejo, tacaño, fanático... dame tu Espíritu, aliento de vida.
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad. Su acción está en perfecta unidad con el Padre (DIOS) y el Hijo (Jesucristo). Cuando estamos en un estado en el que merecemos recibirlo, Él nos ilumina, nos guía, nos protege de todos los peligros (espirituales y físicos).
En la Biblia, se utilizan varios símbolos para designar al Espíritu Santo: aliento que hace respirar; viento que empuja; aceite que da fuerza a los atletas; fuego que calienta y purifica; paloma que desciende del cielo.
Podemos rezar al Espíritu Santo para implorar sus dones que son :
La sabiduría: nos hace saborear la presencia de Dios, en un mayor compañerismo con él, y un mayor dinamismo misionero. Es el don contemplativo por excelencia.
La inteligencia: nos ayuda a entrar en el misterio de Dios, a comprender la fe y las Escrituras desde dentro, y a distinguir el error de la verdad. Gracias a este don, todo cristiano puede convertirse en un auténtico teólogo.
La ciencia: nos permite reconocer a Dios en la naturaleza y en la historia, recibir el mundo como un regalo de Dios. Da una sensación de precariedad del universo.
Fortaleza: da la perseverancia en los momentos de prueba, el valor para dar testimonio. Apoya a los mártires, pero también ayuda en el cumplimiento cotidiano de los deberes de estado y en la lucha espiritual. Es el heroísmo de la humildad.
Consejo: es el don de discernimiento espiritual. Ajusta lo que hay que hacer o evitar, decir o no decir. Nos permite ver con claridad en nosotros mismos y en los demás.
La piedad: nos permite experimentar la paternidad de Dios, su cercanía, su ternura. Nos da la confianza de un niño. También nos acerca a los demás.
El miedo: no es el miedo a Dios, sino el sentido de su grandeza. La conciencia de la distancia infinita entre el Todopoderoso y nosotros, sus criaturas. Este don da lugar a una actitud de humildad y asombro.
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